Te extraño. Así comenzaba la carta que nunca te llegué a mandar, quizás fui demasiado cobarde y ahora me lamento no haber luchado por ti, por nosotros. El tiempo no ha borrado las huellas de tus besos en mi cuerpo y mi cama se siente vacía sin ti, cada domingo es doloroso, el café está frío y la mesa acumula desayunos que no vendrán. Aún tengo tus correos en destacados y tus mensajes donde decías que me adorabas, que te encantaba cada parte de mí y que deseabas empezar una relación sana conmigo. Fui tonta, ¿verdad? Yo sé, esa última llamada no se sintió bien, ¿pude haber hecho más? aún no lo sé, mi ser reclama tu presencia en mi espacio, en mi cuerpo y en mi vida. ¿Aún es tarde para que me perdones? Ven, por favor. Hurga entre mis cosas, descubre cosas que nadie más sabe de mí, fisgonea entre mis libros y mi música, entre mi armario y mi familia. Te lo permito, porque eres tú y ahora me doy cuenta que, siempre fuiste tú, después de todos estos meses. Si regresas, prometo dar...