Un extraño entre nosotros

Muchas veces mi madre me dijo que yo era único y especial, que no debía relacionarme con los demás niños del barrio. Esto, al principio, me causaba mucho enojo, deseaba pertenecer desesperadamente a un grupo, pero me reprimían. Me volví introvertido, no salía, no tenía amigos en el colegio, era como si no existiera. Muchas veces, caminaban a mi lado y no me dirigían la palabra.
Me sentía insignificante, miserable y sumamente desdichado. Pero, poco a poco, me dejó de importar. Aprendí a ser indiferente, estaba harto de escuchar a mamá. Así que, hice lo que cualquier hijo haría. Le cosí la boca para que aprendiera a callarse, y la escondi en el sótano. Los vecinos pensaban que se había vuelto alcohólica y que por eso no salía de casa. Nunca desmentí ese rumor.

                                                                   ***

Al llegar a la adolescencia, me empezó a gustar Cristina. Su larga cabellera negra y sus ojos color miel me cautivaron, me volvían loco. Le dediqué miles de poemas y canciones, en el silencio de mi recámara. Un día le dejé una nota anónima en su carpeta, donde le decía que pensaba en ella, noche y día, que estaba profundamente enamorado de ella.
A la semana noté que todos en la escuela me miraban, se sentía extraño. No estaba acostumbrado a tanta atención.
En ese momento, se me acercó Marcelo, me arrinconó contra la pared y pegó su puño a la cara.

-Así que te gusta jugar al enamorado, ¿no?. Que sepas que Cristina es mía, ella me pertenece.- Me dijo. Al voltear el rostro, la vi. Se estaba riendo con sus amigas.

''Se está riendo de mí, disfruta ver como me humillan frente a todos'', recuerdo que pensé en ese instante.
La ira cegó mi cordura y le escupí a Marcelo. Pude ver como su rostro se ponía rojo, mientras mi saliva bajaba por su cara. Me dio tal paliza que no pude ir al colegio por dos semanas.

                                                                ***

Ese tiempo me sirvió para planear todo, Cristina se llevaría una gran sorpresa.
El día tan esperado, me acerqué a su casa en la noche. Tenía todos los implementos necesarios, trepé por la pared hasta llegar a su ventana. Sabía que la dejaba abierta, sabía todo de ella. La encontré en su cama, durmiendo con los labios entreabiertos, como esperando un beso de su príncipe azul. Era todo un sueño verla, esa piel tan pálida, la forma de su rostro, las redondeces de su pecho...
Me acerqué sigilosamente y le tapé la boca con mi mano. En eso, ella abrió los ojos aterrada. Le dije que guardara silencio porque las cosas se pondrían peor si ella gritaba. Me quité la ropa y le ordené que se quitara la suya. Lo hizo con miedo y pude ver su cuerpo en todo su esplendor.
''No aguanto más'' pensé. La tiré contra su cama y la penetré violentamente. Me vine dentro suyo con un placer animal, fue instintivo. Y la muy estúpida se puso a gritar, sabía que sus padres se despertarían en cualquier momento. Así que la maté, agarré el martillo que había traído y se lo estrellé en su perfecta cabeza. No recuerdo cuantas veces la golpeé, sólo recuerdo la sangre y el rostro de su padre al abrir la puerta de la habitación.

                                                               ***

Estuve en los periódicos por todo un mes. Vi a su madre llorando en televisión nacional, reclamando justicia por su hija, exigiendo que fuera castigado con todo el peso de la ley. ''El psicópata adolescente'', ''El joven que mató a su compañera después de violarla no se arrepiente de lo que hizo'', eran algunos de los titulares de esos medios. Pero si, tienen toda la razón, no me arrepiento de absolutamente nada, ella se lo merecía. No me importa pasar toda mi vida en esta miserable celda.
Ya sé que me consideran un monstruo y un asesino. pero siento que me olvido de algo. No lo sé, debe ser algo insignificante. Así que, esa es mi historia, como verás, no ha pasado nada interesante.

                                                                ***

Muchos vecinos aseguran que se escucharon ruidos en la casa azul por algunos días, como si alguien hubiera querido escapar de ahí. Algunos piensan que los espíritus se apoderaron del lugar. Sin embargo, la verdad fue revelada unos años más tarde.
Los Donovan compraron la casa, sin sospechar el contenido que tenía adentro. La esposa de Mateo, Ana, quiso aprovechar el espacio del sótano para crear un espacio para ella. Se dió con la sorpresa que la puerta estaba con llave, muy asegurada. Solicitaron la ayuda de algunos de nosotros para tumbarla,
Nos encontramos con un cádaver, muy descompuesto, estaba tirado. Como si hubiera aceptado su destino y no hubiera luchado por cambiarlo. Supimos que era la madre del extraño ese, el que había matado a su compañera de colegio. ¿Saben cómo? Había fotos de él por todos lados, al parecer, siguió amándolo hasta el fin de sus días.
De más está decir que los Donovan se fueron, nunca nadie volvió a habitar la casa. Hace poco la derrumbaron y crearon  un centro comercial por ahí. ¡Cómo cambian los tiempos!


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